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La mente retorcida del asesino de la caja de juguetes David Parker Ray

La fascinación del público por los asesinos en serie es un fenómeno inquietante y persistente. La mente retorcida de estos criminales despierta tanto miedo como curiosidad. Uno de los más notorios es David Parker Ray, conocido como el «Toy Box Killer». Sus horrendas acciones y la siniestra naturaleza de su «cámara de tortura» revelan un oscuro mundo que es difícil de imaginar. Este artículo profundiza en la psicología de Ray y los escalofriantes crímenes que cometió durante décadas.

Un monstruo carismático y astuto

Nacido en 1939 en Belen, Nuevo México, David Parker Ray fue percibido como un hombre amable y sociable. Conocido por su inteligencia y carisma, aquellos que lo rodeaban no podían imaginar el oscuro secreto que escondía. Su habilidad mecánica sobresalía desde joven, lo que le permitió crear dispositivos de tortura que luego utilizaría en sus atroces actos.

Ray sirvió en el Ejército de EE. UU. de 1961 a 1964. Tras su servicio, se graduó en Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Nuevo México. A lo largo de su vida laboral, trabajó en diversas áreas como mecánico y técnico médico. Desde el exterior, llevaba una vida normal en Elephant Butte, Nuevo México, lo que hacía aún más impactantes sus crímenes.

Sin embargo, detrás de esta fachada se ocultaba un ser sádico con un insaciable deseo de secuestrar, torturar y asesinar.

La cámara de tortura llamada Toy Box

El primer asesinato registrado de Ray ocurrió en 1961, cuando tenía solo 22 años. Durante cerca de 40 años, perfeccionó sus habilidades como torturador, manteniendo sus actividades en secreto. Para dar rienda suelta a sus deseos oscuros, transformó un remolque cerca de Elephant Butte en una brutal cámara de tortura.

El remolque, que él llamaba «Toy Box», estaba equipado con una variedad de dispositivos y herramientas diseñados para infligir el máximo dolor. Entre los elementos que se encontraban dentro estaban sierras, ganchos, correas, cuchillas quirúrgicas y látigos. También creó dispositivos personalizados que utilizaba para infligir descargas eléctricas a sus víctimas. Las paredes del Toy Box estaban decoradas con una colección obscena de fotos de mujeres atormentadas.

La cámara estaba insonorizada para ahogar los gritos de las víctimas. Ray solía poner música a alto volumen para enmascarar los lamentos que provenían del interior. En ocasiones, grababa las sesiones de tortura y las reproducía para la «entretenimiento» de sus víctimas.

Un ritual sádico de secuestro y tortura

Ray utilizaba tácticas astutas para capturar a sus víctimas. A menudo se hacía pasar por un oficial de policía para convencer a mujeres como Cynthia Vigil de acompañarlo a la Toy Box. Una vez dentro, comenzaba una pesadilla prolongada.

Se estima que Ray torturó y asesinó a más de 60 mujeres, aunque el número real podría ser mayor. Cuando capturaba a una nueva víctima, instauraba un ritual macabro. Les colgaba un picahielos alrededor del cuello con una nota que advertía que debían cooperar o enfrentar las consecuencias. Las víctimas eran despojadas de su ropa y atadas a una mesa ginecológica.

Ray les colocaba auriculares y reproducía un mensaje grabado que describía en detalle gráfico las atrocidades que les esperaban. Esto incluía golpizas, descargas eléctricas, violaciones y la posibilidad de ser asesinadas y desechadas en el desierto.

Una variedad aterradora de instrumentos llenaba el Toy Box. Se incluían látigos, cadenas, poleas, ganchos y una inquietante mesa ginecológica. Un espejo en el techo añadía un toque diabólico, obligando a las víctimas a confrontar su propio tormento.

Ray aplicaba torturas sexuales de todo tipo. Usaba descargas eléctricas en los genitales, insertaba objetos en sus cuerpos y las penetraba de diversas maneras. Los investigadores encontraron numerosos «accesorios» dentro del Toy Box para violar y causar dolor a las mujeres. Su perversión se alimentaba de los gritos de sus víctimas pidiendo clemencia.

Algunas víctimas eran mantenidas cautivas durante días, sometidas a los retorcidos «juegos» de Ray. Otras no sobrevivían al primer encuentro. Para borrar sus memorias, Ray inyectaba sedantes y químicos como el pentotal sódico y el fenobarbital después de haber terminado con ellas, dejándolas a menudo en estado de confusión. Esto hacía que muchas sobrevivientes solo recordaran fragmentos, dificultando la reconstrucción de la experiencia traumática que habían vivido.

Acólitos en el siniestro escenario

Al principio, Ray actuaba solo, pero su novia, Cindy Hendy, se convirtió en una participante entusiasta en la barbarie. Hendy ayudaba a atraer mujeres al Toy Box y participaba activamente en la salvaje violencia sexual. Era conocida por su crueldad, utilizando objetos para violar a las víctimas mientras se reía de su sufrimiento.

En un caso escalofriante, la hija de Hendy inadvertidamente involucró a una amiga en el horror. La joven ofreció un viaje a su amiga a la casa de Ray, donde fue secuestrada, torturada y violada durante 15 horas por Ray y Hendy. Posteriormente, fue drogada y liberada.

Incluso la propia hija de Ray, Glenda «Jesse» Ray, fue condenada por su participación en el secuestro de una mujer en 2001. La espiral de depravación de Ray no solo involucraba a él mismo.

En marzo de 1999, una de las víctimas de Ray y Hendy, Cynthia Vigil, logró escapar del Toy Box después de varios días de tortura. Su fuga provocó una investigación policial que finalmente sacó a la luz sus crímenes. Los investigadores encontraron la cámara de tortura equipada con todo tipo de dispositivos de restricción, juguetes sexuales, equipo médico y grabaciones de Ray que detallaban los horrores que allí habían tenido lugar.

La policía pudo identificar la voz de Ray en las grabaciones, coincidiendo con una víctima anterior que había denunciado su secuestro y tortura en 1997. Sin embargo, en ese momento no había evidencia suficiente, lo que permitió que Ray quedara en libertad. Después de la fuga de 1999, las autoridades contaron con pruebas sólidas de los crímenes de Ray.

Ray y Hendy fueron acusados e imputados por secuestro y abuso sexual. Aunque se sospechaba que Ray había asesinado a hasta 60 mujeres durante cuatro décadas, solo fue condenado por tres homicidios. Para evitar la pena de muerte, se declaró culpable y fue sentenciado a 224 años de prisión. Pocos meses después, murió de un infarto a los 62 años en un hospital penitenciario en Indiana.

Hendy colaboró con los investigadores, proporcionando detalles sobre los crímenes de Ray a cambio de una sentencia reducida. Se declaró culpable de asalto sexual y conspiración en relación al secuestro, recibiendo 36 años de prisión. Se espera que sea elegible para libertad condicional en 2023.

La búsqueda de justicia persiste

Aunque los crímenes confirmados de Ray fueron llevados ante la justicia, se cree que la verdadera magnitud de sus atrocidades nunca será completamente conocida. Con sobrevivientes recordando poco y evidencia desechada hace mucho tiempo, el número de posibles víctimas supera con creces a las confirmadas oficialmente.

Las pistas siguen llegando incluso décadas después, mientras las autoridades permanecen dedicadas a destapar la verdad detrás de los asesinatos sospechosos cometidos por el Toy Box Killer. Su compromiso constante resalta la importancia de proporcionar cierre a todas las víctimas de Ray y a sus familias.

La búsqueda de respuestas y justicia continúa contra el Toy Box Killer.