El caso de Timothy Evans es uno de los episodios más trágicos de la historia judicial del Reino Unido, un relato de injusticia y errores fatales que culminó en la ejecución de un hombre inocente. Este suceso no solo marcó la vida de Evans, sino que también influyó profundamente en el debate sobre la pena de muerte en el país. A través de esta historia, se pueden vislumbrar los horrores del sistema judicial y las consecuencias de una investigación deficiente.
La vida de Timothy Evans se entrelaza con la de su esposa Beryl y su pequeña hija Geraldine, en un contexto de desesperanza y confusión. La serie de eventos que llevaron a su condena revela la complejidad de la condición humana y las fallas de un sistema que, en lugar de proteger a los inocentes, a menudo los condena sin juicio justo.
¿Quién fue Timothy Evans?
Timothy Evans nació en noviembre de 1924 en Londres, en una familia que enfrentó numerosas dificultades. Su padre, Daniel, abandonó a la familia antes de su nacimiento, dejando a su madre a luchar sola. Desde una edad temprana, Evans mostró dificultades en su educación, siendo incapaz de leer o escribir correctamente debido a la falta de apoyo en su hogar. A pesar de estos desafíos, logró encontrar empleo como pintor y luego como conductor de furgoneta cuando su familia se trasladó a Londres en 1935.
En 1947, Evans conoció y se casó con Beryl Thomas. La pareja vivía inicialmente con la madre de Timothy, pero pronto se mudaron a un apartamento cuando Beryl quedó embarazada. A pesar de sus esfuerzos, la pareja enfrentó serias dificultades económicas, lo que llevó a Beryl a tomar una decisión drástica al interrumpir un embarazo posterior, en un momento en que el aborto era ilegal en el Reino Unido.
En un intento de buscar ayuda, recurrieron a su vecino, John Christie, quien se presentó como un hombre con conocimientos médicos. Sin embargo, esta decisión resultó ser fatal, ya que Christie tenía un oscuro secreto que lo convertía en un peligroso depredador.
La misteriosa muerte de Beryl
El 30 de noviembre de 1949, Timothy Evans acudió a la estación de policía de Merthyr Tydfil para informar sobre la muerte de su esposa en circunstancias inusuales. También expresó su preocupación por la seguridad de su hija de dieciocho meses, Geraldine. En su declaración inicial, Evans admitió haber causado accidentalmente la muerte de Beryl al administrarle un líquido para inducir un aborto.
Sin embargo, la situación se complicó cuando, tras una serie de interrogatorios, cambió su historia, alegando que Christie había ofrecido ayudar a Beryl. A pesar de sus intentos de implicar a Christie, la policía no encontró pruebas suficientes en el lugar que validaran su versión de los hechos.
El descubrimiento del cuerpo de Beryl, envuelto en una tela, en el jardín de la propiedad fue un momento crucial. Más impactante fue el hallazgo del cuerpo de Geraldine junto al de su madre, algo que Evans nunca había mencionado en sus confesiones iniciales. Este hecho dejó a los investigadores atónitos y planteó serias dudas sobre la culpabilidad de Evans.
Confesiones y manipulación policial
La policía, en su búsqueda por cerrar el caso, presionó a Evans para que confesara. Durante este proceso, se le proporcionaron detalles que no debería conocer, lo que llevó a muchos críticos a argumentar que su confesión no fue genuina, sino construida a partir de información que los propios investigadores le brindaron.
Evans finalmente confesó haber estrangulado a Beryl durante una disputa por deudas y a Geraldine dos días después. Sin embargo, esta confesión fue obtenida bajo circunstancias dudosas, y muchos sostienen que no se le permitió presentar pruebas que habrían podido demostrar su inocencia durante el juicio.
En el juicio que se llevó a cabo el 11 de enero de 1950, el testimonio de Christie, quien se había presentado como un testigo clave, fue decisivo. A pesar de la falta de pruebas contundentes en contra de Evans y el testimonio de dos trabajadores que afirmaron no haber visto cuerpos en el lugar, el jurado lo declaró culpable de asesinato en menos de 40 minutos.
El oscuro legado de John Christie
La verdad salió a la luz tres años después de la ejecución de Timothy Evans, cuando John Christie fue arrestado por ser un serial killer. En marzo de 1953, se descubrieron los cuerpos de varias mujeres en su casa, revelando su oscuro pasado. Christie había asesinado a su propia esposa y a varias otras mujeres, confirmando que Evans había sido víctima de un sistema que no protegió a los inocentes.
Durante su juicio, Christie confesó haber asesinado a Beryl, aunque nunca admitió ser responsable de la muerte de Geraldine. Fue condenado y ejecutado el 15 de julio de 1953 por el mismo verdugo que había llevado a cabo la ejecución de Evans, Albert Pierrepoint.
Las repercusiones del caso Evans
El caso de Timothy Evans tuvo un impacto duradero en la opinión pública y en la política del Reino Unido. La indignación por su ejecución contribuyó a un creciente movimiento en contra de la pena de muerte, que culminó en su abolición en 1965. Su historia se convirtió en un símbolo de la lucha por la justicia y la necesidad de revisar un sistema penal que condena sin pruebas contundentes.
En 1968, luego de una campaña liderada por periodistas y defensores de los derechos humanos, se recomendó un indulto real para Timothy Evans, que fue aceptado. En 2003, sus familiares recibieron compensaciones económicas por el grave error judicial que le costó la vida a Evans.
El caso Evans sirve como un recordatorio de la importancia de la justicia y la necesidad de un sistema legal que proteja a los inocentes. La historia de Timothy y Beryl es, en última instancia, una tragedia que se entrelaza con la lucha por los derechos humanos y la dignidad en el proceso judicial.

























