out 0 265

Carl Tanzler robó el cadáver de su enamorada y durmió con él

La historia de Carl Tanzler y su obsesión por Elena «Helen» Milagro de Hoyos es uno de esos relatos que trasciende lo común, tocando temas de amor, locura y muerte. A menudo se presenta como un macabro cuento de advertencia sobre los peligros de la obsesión, pero también refleja una profunda tristeza y la incapacidad de dejar ir. A medida que exploramos esta historia, quedará claro por qué ha cautivado la imaginación de tantas personas a lo largo de los años.

La fascinación de Tanzler por Elena no solo fue un episodio aislado de locura, sino el resultado de una serie de eventos en la vida de un hombre marcado por la tragedia y el deseo. Esta narrativa nos lleva a un viaje a través de la vida de Tanzler, la breve existencia de Elena y los oscuros giros que tomaron sus historias entrelazadas.

La vida de Carl Tanzler

Carl Tanzler, nacido el 8 de febrero de 1877 en Alemania, fue un hombre que vivió bajo la sombra de sus propias obsesiones. Procedente de una familia judía, su vida estuvo marcada por constantes cambios y aventuras. Tras una infancia inquieta, Carl se sintió atraído por la ingeniería y la electricidad, pero su vida tomó un rumbo inesperado cuando, durante la Primera Guerra Mundial, fue internado en un campo en Australia.

Durante su cautiverio, Tanzler cultivó su interés por la ingeniería, lo que lo llevó a adquirir diversos objetos y propiedades tras la guerra. Sin embargo, la vida tras la guerra no fue fácil; tras una serie de desilusiones personales, Carl emigró a Estados Unidos en busca de un nuevo comienzo. Allí, se casó con Doris Schafer y tuvo dos hijos, quienes lamentablemente fallecieron a causa de la difteria.

Como radiológico en el Hospital Marino de los Estados Unidos en Key West, Carl encontró una nueva dirección profesional. Aunque parecía haber encontrado estabilidad, sus deseos y anhelos nunca se apagaron, preparándolo para el encuentro que cambiaría su vida para siempre.

El encuentro con Elena Milagro de Hoyos

La historia de Carl se entrelaza con la de Elena Milagro de Hoyos de manera trágica. En abril de 1930, Tanzler vio por primera vez a Elena, una joven hermosa de raíces cubanas que luchaba contra la tuberculosis. A pesar de estar casada con Luis Mesa, su relación era complicada, marcada por la separación tras un aborto espontáneo. La vida de Elena, aunque breve, resonaba con el dolor de la enfermedad y la tragedia familiar.

Desde el primer momento, Carl se sintió irresistiblemente atraído por ella, llegando a considerar que su conexión era predestinada. Su obsesión creció rápidamente, convirtiéndose en un amor unilateral que lo llevó a regalarle joyas y hacerle promesas que jamás podrían cumplirse.

Los intentos de salvar a Elena

A pesar de que la tuberculosis era considerada incurable en esa época, Tanzler se negó a rendirse. Usando su posición como radiológico, comenzó a realizar tratamientos no autorizados, llevando medicamentos y equipos al hogar de Elena. En su diario, Tanzler expresó su esperanzas de que, a pesar de la gravedad de su condición, ella podría recuperarse y juntos podrían casarse:

“Tenía la esperanza de que, a pesar del daño extenso, las lesiones sanaran. Mientras ella viviera, nunca abandonaría la esperanza.”

Sin embargo, su devoción no fue correspondida, ya que Elena, atrapada en su propia lucha por vivir, no compartía el mismo sentimiento.

La muerte de Elena y la obsesión de Carl

El 25 de octubre de 1931, Elena falleció en la casa de sus padres. La confianza que la familia tenía en Carl, quien había estado a su lado durante su enfermedad, le permitió encargarse de los arreglos funerarios. No solo pagó por el funeral, sino que también construyó un mausoleo en su honor. Sin embargo, su verdadero deseo no era simplemente honrar su memoria, sino mantenerla cerca de él.

Carl comenzó a visitar el mausoleo con frecuencia, pero su devoción pronto se tornó en algo más oscuro. En un giro escalofriante, decidió que no podía vivir sin ella.

El robo del cadáver

Dos años después de su muerte, Tanzler decidió llevar su obsesión a un nuevo nivel. En una noche oscura y silenciosa, se coló en el cementerio y, usando una pequeña carreta de juguetes, sacó el cuerpo de Elena de su mausoleo. Con la creencia de que el espíritu de Elena lo guiaba, comenzó a realizar una serie de extraños rituales en su hogar.

Transformó el cuerpo en una especie de muñeca macabra, utilizando alambres de piano para unir los huesos y reemplazando la piel en descomposición con tela de seda impregnada de cera y yeso. La vestía con joyas y ropa, y la mantenía en su cama, creyendo que había cumplido su deseo de estar juntos.

La revelación del horror

Con el tiempo, la inusual conducta de Tanzler no pasó desapercibida. Los rumores comenzaron a circular cuando un niño afirmó haberlo visto bailando con lo que parecía ser una muñeca. El colmo llegó cuando Florinda, la hermana de Elena, decidió confrontar a Carl. Lo que descubrió fue un horror inimaginable: un cuerpo descompuesto que había sido convertido en un grotesco recuerdo de su hermana.

Las repercusiones legales y la reacción pública

El escándalo estalló en los medios de comunicación. Tanzler fue arrestado y sometido a una evaluación psiquiátrica, aunque nunca enfrentó cargos reales debido a la expiración del plazo de prescripción. Lo curioso es que, a pesar de sus actos repugnantes, muchos en la sociedad lo vieron como un romántico atormentado, generando una mezcla de simpatía y horror en la opinión pública.

Después de su arresto, el cuerpo de Elena fue expuesto al público, atrayendo a miles de curiosos. Finalmente, fue sepultada nuevamente en una tumba no marcada para evitar que su tumba fuera objeto de más vandalismo.

El legado de una obsesión

A pesar de haber sido liberado, Carl Tanzler nunca pudo liberarse de su obsesión. Visitó el mausoleo destruido una última vez antes de dejar la ciudad, incluso usando dinamita para arruinarlo. Su vida se consumió en la búsqueda de inmortalizar a Elena, creando máscaras de su rostro y una escultura de tamaño natural que lo mantendría «cerca» de ella para siempre.

La historia de Carl Tanzler y Elena Hoyos, aunque trágica, revela lo que sucede cuando el amor se convierte en obsesión. La vida de Tanzler terminó de manera inquietante, hallándose muerto en su dormitorio, abrazando la escultura que había creado de su amada. Su historia continúa resonando en la cultura popular, dejando una huella imborrable en la psique colectiva.