La historia de Leonarda Cianciulli, conocida como la «fabricante de jabón de Correggio», es una de las más inquietantes en el mundo del crimen. Aunque no tiene el mismo nivel de notoriedad que asesinos en serie como Ted Bundy o Ed Gein, su vida y crímenes son un oscuro recordatorio de la complejidad del ser humano. Entre 1939 y 1940, Cianciulli dio un giro escalofriante al concepto de la maternidad y la protección familiar, convirtiéndose en una figura que no solo asesinó, sino que también transformó a sus víctimas en productos cotidianos. Este artículo explora su vida, sus crímenes y las razones detrás de su excepcionalmente macabra historia.
El contexto de su vida: infancias marcadas por el dolor
Leonarda Cianciulli nació el 15 de octubre de 1893. Su llegada al mundo fue el resultado de una violación, lo que llevó a su madre a un matrimonio forzado con su agresor. Esta situación generó un ambiente de negligencia emocional que marcaría la vida de Leonarda. Desde temprana edad, sufrió el desprecio de su madre, lo que la llevó a intentar suicidarse en dos ocasiones.
En 1914, Leonarda se casó con Raffaele Pansardi, un empleado de registro. A pesar de la oposición de sus padres, su matrimonio fue un intento de escapar de un hogar lleno de resentimiento. Sin embargo, la vida de pareja no fue fácil; en 1927, Leonarda fue encarcelada por fraude, un hecho que complicó aún más su situación. Tras su liberación, la pareja se mudó a Lauria, pero la tranquilidad fue efímera.
Un terremoto devastador en 1930, que dejó más de 1,400 muertos, destruyó su hogar y los obligó a buscar un nuevo refugio. Este evento, sumado a la pérdida de varios de sus hijos, contribuyó a su creciente paranoia y a su creencia en la magia y la superstición. Antes de su matrimonio, una adivina le había advertido que sus hijos morirían antes que ella, lo que intensificó su temor cuando su hijo Giuseppe fue reclutado para la Segunda Guerra Mundial.
Una madre sobreprotectora y su oscuro destino
El amor de Leonarda por su hijo Giuseppe se volvió una obsesión. La idea de perderlo la llevó a formular un plan retorcido: creía que debía sacrificar a otro ser humano para protegerlo. En su búsqueda de respuestas, consultó a otra adivina que le dio un pronóstico ominoso, sugiriendo un futuro en la prisión o en un asilo criminal. A pesar de la advertencia, la determinación de proteger a su hijo la llevó por un camino de no retorno.
Leonarda Cianciulli no solo se dedicó a cuidar a Giuseppe, sino que también trabajó como adivina, atrayendo a mujeres vulnerables. Su habilidad para manipular a quienes la rodeaban sería fundamental en sus crímenes.
La primera víctima: Faustina Setti
Faustina Setti, una mujer soltera que buscaba pareja, se convirtió en la primera víctima de Cianciulli. Leonarda la convenció de que había encontrado un buen partido en Pola, induciéndola a escribir cartas que serían enviadas solo después de su partida. En el día de su salida, Faustina fue drogada con vino y asesinada con un hacha. Su cuerpo fue desmembrado y ocultado en un armario.
Metodología de Crimen: el arte del horror
Leonarda tenía un enfoque escalofriante en sus crímenes. Su declaración sobre la disolución de Faustina Setti revela su falta de remordimiento: «Eché los trozos en una olla, añadí siete kilos de sosa cáustica, que había comprado para hacer jabón, y removí hasta que se disolvieron en un puré oscuro». Este nivel de frialdad es desconcertante, y su habilidad para transformar lo macabro en lo cotidiano, como hacer pasteles y jabón, añade una capa de horror a sus acciones.
Segunda víctima: Francesca Soavi
La historia de Francesca Soavi es similar a la de Faustina. Leonarda la convenció de que había encontrado un trabajo para ella en una escuela de Piacenza. Al igual que Faustina, Francesca fue drogada y asesinada. Leonarda trató su cuerpo de la misma manera que lo hizo con la primera víctima, mostrando una rutina macabra y sistemática.
Tercera víctima: Virginia Cacioppo
Virginia Cacioppo fue la tercera víctima, y la más perturbadora. Leonarda disfrutó particularmente de este crimen, describiendo en su confesión cómo «su carne era grasa y blanca» y que, al hervirla, pudo hacer un «jabón cremoso» que luego regaló a sus vecinos. Este acto no solo refleja su descomposición moral, sino también su capacidad de manipular y normalizar el horror en su vida diaria.
El desenlace: la investigación y el juicio
Las desapariciones de las mujeres levantaron sospechas en la comunidad. La cuñada de Virginia Cacioppo comenzó a investigar y descubrió que su última ubicación conocida era la casa de Leonarda. Esto llevó a las autoridades a iniciar una investigación que rápidamente llevó a su arresto. La confesión de Cianciulli fue impactante y reveladora, especialmente porque su hijo Giuseppe también fue detenido como posible cómplice.
El juicio de Leonarda en 1946 atrajo la atención pública. Su comportamiento en la corte fue inquietante; a pesar de la gravedad de sus crímenes, se mostró desafiante y autocomplaciente, incluso corrigiendo al fiscal sobre los detalles de su caso. Al final, fue condenada a 30 años en prisión y 3 en un asilo criminal.
Legado de horror: El destino de Leonarda Cianciulli
La historia de Leonarda Cianciulli culminó en un asilo criminal en Pozzuoli, donde falleció el 15 de octubre de 1970, el mismo día de su cumpleaños. Su vida y crímenes siguen siendo un tema de fascinación y horror, y varios objetos relacionados con su caso, como la olla en la que hirvió a sus víctimas, se exhiben en el Museo Criminológico de Roma. La historia de Cianciulli es un recordatorio escalofriante de cómo el amor y el miedo pueden transformarse en acciones inimaginables.

























