La historia de la política neoyorquina está marcada por episodios de intensa rivalidad y, en ocasiones, violencia. Un suceso destacado se remonta a 1933, cuando la lucha por la alcaldía se convirtió en un campo de batalla, no solo de ideas, sino de músculos y balas. La elección que culminó en la victoria de Fiorello LaGuardia no fue solo un cambio de liderazgo, sino un hito que expuso el poder del crimen organizado en la política estadounidense. En este artículo, exploraremos el contexto, los eventos y las figuras clave que definieron ese memorable día.
El contexto político de 1933
En el fondo de esta lucha se encontraba un país sumido en la Gran Depresión. Ni los Republicans ni los Demócratas gozaban de la popularidad deseada entre los votantes. La corrupción e ineficacia de las instituciones políticas alimentaban el descontento popular. En Nueva York, el desmoronamiento del famoso Tammany Hall, un símbolo de la política corrupta, ofrecía a los votantes la oportunidad de buscar alternativas.
Las elecciones se celebraron en un clima de desconfianza hacia ambas fuerzas políticas tradicionales. La investigación sobre la corrupción en la ciudad, liderada por el juez Samuel Seabury desde 1930, había revelado escándalos que implicaban a altos funcionarios. Esto llevó a la renuncia del alcalde Jimmy Walker en 1932, lo que dejó un vacío de poder que desató luchas internas entre los partidos.
En este ambiente, surgieron dos nuevos grupos políticos, los partidos Fusion y Recovery, que prometían un cambio. La gran sorpresa fue la rápida aceptación de estos movimientos, que lograron atraer a más de 50,000 votantes desilusionados con el sistema tradicional.
Fiorello LaGuardia: el candidato inesperado
Fiorello LaGuardia, un republicano con una postura firme contra el crimen, no era el candidato convencional. Sin embargo, a medida que la carrera avanzaba, su figura comenzó a ganar terreno gracias a apoyos estratégicos de personajes influyentes. A pesar de que muchos lo consideraban una opción poco probable, su capacidad para atraer a diferentes sectores de la población le otorgó un perfil distintivo.
En el lado demócrata, John O’Brien intentaba distanciarse de la corrupción de Tammany Hall, aunque su campaña se centró más en defender su legado que en presentar propuestas concretas. Esto lo llevó a ser visto como un candidato débil en comparación con la fuerza emergente de LaGuardia.
Violencia en las calles de Nueva York
A medida que el día de las elecciones se acercaba, la atmósfera se volvía cada vez más tensa. La violencia en la campaña se intensificó, y las calles de Nueva York se convirtieron en un escenario de enfrentamientos brutales. Grupos de matones, asociados con el crimen organizado, comenzaron a intimidar a los votantes y trabajadores electorales, asegurándose de que el resultado favoreciera a Tammany Hall.
Los informes de prensa de la época describieron un caos sin precedentes: “Fist fights, slugging and violence splotched the nation’s largest city today as more than 2 million voters determined whether Tammany Hall would control municipal government for four more years”. Esto reflejó la realidad de un proceso electoral que había sido corrompido por la presión y el miedo.
- Grupos de matones atacaron a votantes en diferentes puntos de la ciudad.
- Las fuerzas del orden se mostraron inactivas frente a los abusos.
- Los medios de comunicación culparon a figuras del crimen como August Del Gracio y Charles “Lucky” Luciano.
Los protagonistas del crimen organizado
Luciano y Del Gracio, dos nombres relevantes en la historia del crimen organizado, emergieron durante este tumultuoso periodo. Aunque Luciano ya era conocido entre las fuerzas del orden y los medios, su reputación estaba en ascenso, mientras que Del Gracio había alcanzado notoriedad internacional por su involucramiento en el tráfico de drogas.
Ambos hombres, con orígenes en el Lower East Side, simbolizaban el poder del crimen organizado en la política de Nueva York. Del Gracio había sido destacado como un poderoso mafioso, mientras que Luciano comenzaba a establecerse como una figura clave en el mundo del crimen. Sin embargo, la conexión directa entre ellos y la violencia del Día de las Elecciones sigue siendo un tema de debate.
Resultados inesperados en las urnas
El 7 de noviembre de 1933, a pesar de la violencia y la intimidación, los resultados electorales sorprendieron a muchos. Más de 1,119,000 neoyorquinos votaron por candidatos de partidos menores y por LaGuardia, mientras que apenas un millón optó por las opciones tradicionales demócratas y republicanas. Este fenómeno destacó un cambio significativo en la percepción pública sobre el liderazgo político.
LaGuardia emergió como el firme vencedor, acumulando 858,551 votos, mientras que McKee, del partido Recovery, quedó en segundo lugar con 604,045 votos. El candidato de Tammany, O’Brien, no logró ganar en ninguno de los cinco distritos de la ciudad, demostrando que el poder del crimen organizado no pudo frenar la voluntad de cambio de la ciudadanía.
Este evento no solo representó un cambio en la alcaldía de Nueva York, sino que también significó un punto de inflexión en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. LaGuardia se convirtió en un símbolo de resistencia y cambio, estableciendo un nuevo patrón para el liderazgo político en la ciudad.
En conclusión, la elección de 1933 en Nueva York fue mucho más que un simple concurso de votos. Fue un choque entre la corrupción arraigada y el deseo de un cambio genuino, un evento que sentó las bases para la posterior lucha contra el crimen organizado en la política estadounidense. La historia de ese día sigue siendo un recordatorio de cómo la política y el crimen a menudo se entrelazan en la búsqueda del poder.